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El Tren Blanco se está vaciando; son las cinco y media de la tarde. Los cartoneros bajan por el andén. Matías me saluda y señala mi cabello. "Te cortaste el pelo! Te queda bien", dice. Fidel se para detrás de él y dice: "Pero ahora parecés más un rati, un policía".
Me encuentro con Fidel una vez más. Me acostumbré a ello, todos los días la misma ruta, los mismos edificios de departamentos. Los porteros conocen mi rostro y abro sus bolsas cada vez más rápido. Miro, toco, agarro el papel sin ensuciar tanto mis manos y cierro la bolsa.
Es claro que Fidel no está de humor para trabajar. Parece que no está interesado en las bolsas hoy. Charla un montón, un montón, y somos los primeros en llegar a la estación. Fidel se pone contento, como si fuera una victoria. Su carreta no está realmente llena. "Voy a buscar un poco más", dice Teresa irritada. El precio del papel bajó nuevamente ayer. Puede usar más kilos.