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Lorena me está esperando en la estación, la última de la línea. Suárez tiene mala reputación, mucha gente me lo advirtió. "Es muy peligroso por allá, no vayas!".
Caminamos por al lado del canal, en una calle sin asfalto llena de basura. Mucha gente me reconoce y me saluda. A un lado de la calle están las construcciones de los habitantes; al otro, el Canal J. L. Suárez Sur. Así es como lo llaman, con bolsas de plástico y basura, y un pequeño arroyo. El olor a basura quemada se mete directamente en mi nariz. De las casas escucho el ritmo sin fin de la Cumbia Villera.
Fidel, quien me invitó, ya está en la cancha de fútbol. Tenemos que cruzar el canal para llegar ahí. Hay un puente, hecho con dos tablones y algunas chapas encima. Al lado del puente hay una imagen de un santo. Lorena lo toca y hace la señal de la cruz. "Tené cuidado, es un poco peligroso", dice mientras se balancea sobre el desagüe.