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Daniel entra a la estación, se saca el pulóver y lo sacude. Veo su piloto de plástico, confeccionado por él mismo, hecho de una bolsa de plástico, con aberturas para los brazos y la cabeza. Debajo de él, tiene una camisa que, a pesar de su creación, está empapada. También se saca la camisa, mientras Paola mira su torso desnudo con los ojos saltones. Sigue lloviendo.
Mi piloto sigue llamando la atención de Fidel. Le muestro la capa de plástico. En Europa es más barato usar plástico para la ropa. Pero Fidel piensa que es un diseño perfecto. "Un piloto con una capa de plástico, que más se necesita?", dice.
Uno por uno los cartoneros llegan a la estación, lentamente, con algunos kilos de papel. Algunos tienen un piloto, pero la mayoría están vestidos con plástico gris. Todos están empapados. Sus cabezas gotean. El romanticismo de la pobreza hoy no está presente. Le convido un cigarrillo a Fidel, un Lucky. "Hasta el lunes", dice. "Hasta el lunes", le digo. Esa noche no paró de llover.